Huella hídrica: la verdad incómoda
La temporada de compras más intensa del año llegó, y con ella una conversación que casi nadie quiere tener: el impacto real de lo que compramos. Sí, hablamos de la huella hídrica, ese dato que jamás aparece en un ticket, pero que debería. Porque mientras vemos descuentos, luces y outfits nuevos, el planeta está pagando una cuenta que no alcanza a pasar por la caja.
El Buen Fin, Navidad, intercambios, regalos impulsivos… todo viene cargado de agua que no vemos, pero que sí existe. Y cuando decimos “cargado”, hablamos de miles de litros por prenda. Literal, miles.

Huella hídrica en cada compra
Para empezar, un pantalón vaquero necesita entre 2,000 y 3,000 litros de agua para fabricarse. ¿La referencia? Eso es lo que una persona bebería en más de dos años.
Además, la industria textil representa el 20% del desperdicio mundial de agua, según la ONU. No es un dato menor: es un recordatorio de que cada compra tiene un costo ambiental escondido que casi nadie considera.
Por otro lado, el comercio electrónico hace este gasto todavía mayor. Lo que antes implicaba caminar a una tienda, ahora sucede en un clic… pero ese clic activa toda una cadena de envíos, empaques, devoluciones, procesos industriales y producción acelerada que multiplican la huella hídrica sin que nos demos cuenta.
Durante noviembre, México compra como si fuera deporte nacional. En 2024, el Buen Fin alcanzó 173 mil millones de pesos en ventas. Sí, mueve la economía. Pero también mueve miles de millones de litros de agua que no regresan.
Huella hídrica y el modelo Water Positive
Aquí entra el concepto que deberíamos empezar a exigir: volverse Water Positive.
Finalmente, esto va más allá de reducir daño: significa que las empresas sean transparentes sobre cuánta agua usan, cómo la gestionan y cómo pueden devolverla al planeta de manera responsable.
Somos PURA propone este cambio desde la raíz. Hablan de captación pluvial, reaprovechamiento de aguas grises, sistemas de purificación y proyectos que compensen lo que se consume. Y lo más interesante es que estas tecnologías ya existen, no son “conceptos futuristas”. Lo que falta es voluntad y presión social para adoptarlas.
Además, imagina esto: miles de empresas participando en el Buen Fin con métricas claras de huella hídrica, devolviendo el agua que usan y demostrando que las rebajas no tienen que estar peleadas con la responsabilidad ambiental. Sería un cambio gigantesco.
Un noviembre más consciente
Noviembre siempre será sinónimo de ofertas, pero podría convertirse también en el mes donde decidimos que la Tierra no es parte del descuento. Comprar no es el problema; hacerlo sin pensar, sí. Y si el agua es un recurso en crisis —especialmente en México—, entonces la conversación ya no puede quedarse en “me llegó rápido” o “me salió barato”.
Somos PURA lo dice claro: cada compra lleva agua escondida. Y mientras más visible sea esa huella hídrica, más poder tendremos para elegir mejor, exigir más y consumir sin destruir.
