Soop Noodle Bar: ambiente que hipnotiza
Cuando cruzas la puerta de Soop Noodle Bar, algo mágico sucede: el olor profundo del caldo que hierve, un murmullo de cuchillas cortando ingredientes frescos y una luz cálida que abraza cada mesa. El lugar, ubicado en Roma Norte, tiene esa vibra íntima pero desenfadada que te hace sentir como si estuvieras descubriendo un secreto gastronómico.
Además, el staff tiene un flow genial: atentos sin ser invasivos, como Leo, que realmente hacen que quieras probarlo todo en la carta.
Soop Noodle Bar: entrada tras entrada
Comenzamos con los Green Beans salteados al wok con salsa de ostión. La primera mordida fue un shock delicioso: crujientes, frescos y con ese punch salino que abre el apetito. El wok les dio ese sabor ahumado sutil que se queda en la boca.
Después llegó el tiradito de Kampachi con vinagreta de cítricos, juliana de tortilla y poro frito. Aquí todo era balance: el pescado suave y delicado contrastaba con la acidez brillante de los cítricos, mientras la tortilla y el poro añadían el crunch perfecto. Cada bocado era un vaivén entre frescura y textura que despertaba sonrisas.
El Sando de SoftShell Crab con aceite de trufa fue, sin exagerar, una bomba de sabor. El cangrejo suave y jugoso, frito con ligereza, se encontraba con el pan esponjoso y el aroma profundo de la trufa. Al morderlo, todo se fusionaba: lo crujiente, lo untuoso, lo perfumado. Fue de esos platos que te hacen cerrar los ojos para saborear mejor.
El ramen que lo cambia todo
El clímax llegó con el Ramen de Tori Katsu. El caldo casero era un mundo en sí mismo: profundo, intenso, con notas de miso picante que te calentaban sin opacar los demás sabores. El pollo empanizado, marinado en curry amarillo, estaba jugoso por dentro y con un dorado perfecto por fuera.
Cada fideo se impregnaba de ese caldo denso, y los toppings —Menma, cebollín, chile serrano y achicoria— creaban pequeñas sorpresas en cada bocado. Entre lo picante, lo fresco y lo crujiente, cada cucharada era un abrazo reconfortante pero con personalidad.
Dulzura inesperada
Para cerrar, probamos el Mochi de Ferrero Rocher. Fue como un guiño coqueto después de tanta intensidad. La textura gomosa del mochi escondía un relleno cremoso de praliné que explotaba en la boca con notas de chocolate y avellana. Ni muy dulce ni muy pesado: simplemente perfecto para terminar la experiencia.
La experiencia en Soop
Salir de Soop Noodle Bar fue como despertar de un sueño lleno de aromas, texturas y contrastes. La sensación era clara: aquí no solo comes, aquí vives un viaje de sabores que se quedan contigo. Cada plato cuenta una historia y cada sorbo de ramen se siente como un recuerdo nuevo que quieres repetir pronto.