El Síndrome del Impostor en la Chamba
Amigxs ¿Alguna vez has sentido que no mereces estar donde estás? Que, aunque todo el mundo te diga lo increíble que eres, tu mente sigue gritando que no tienes lo que se necesita para triunfar. Ese feeling de que estás solo «fingiendo» ser alguien exitoso mientras todos te miran como si fueras un genio. Ese es el Síndrome del Impostor, y créeme, está más presente de lo que pensamos.
Este monstruo mental no discrimina. No importa si eres estudiante, si ya estás trabajando, si lideras un proyecto o si simplemente estás en una etapa de tu vida donde todo parece ir bien. El Síndrome del Impostor puede aparecer en cualquier momento, y a veces ni nos damos cuenta de lo fuerte que nos impacta. Puede adoptar diferentes formas, desde esa sensación de que siempre te va a ir mal hasta la presión de ser perfecto en todo lo que haces. Pero, aunque parezca que el síndrome te inmoviliza, la realidad es que puede ser un monstruo más insidioso de lo que imaginamos.
¿Qué es el Síndrome del Impostor y cómo afecta nuestra vida laboral?
Este síndrome tiene una forma muy sutil de entrar en nuestras vidas. Al principio, te hace pensar que no eres lo suficientemente bueno. Un ejemplo claro es cuando ves a tus colegas y piensas que siempre tienen algo más que tú, que están más preparados, que todo les sale bien. Este tipo de pensamientos no solo afectan tu productividad, sino que también deterioran tu bienestar emocional. Y lo peor es que, aunque eres más que capaz, sientes que no mereces estar donde estás, lo cual genera un estrés constante.
En el trabajo, este síndrome se puede manifestar de distintas maneras. Puede ser que tengas miedo de que te descubran, que, aunque tengas los conocimientos y las habilidades para hacer bien tu trabajo, sientas que en cualquier momento todo se vendrá abajo. O puede ser que te exijas más de lo necesario, buscando la perfección en todo lo que haces, hasta el punto de no descansar y trabajar horas extra sin parar. Te sientes presionado a estar siempre al 100%, pero no por una motivación genuina, sino por el miedo a no estar a la altura.
El Impostor se esconde en todos lados
La cosa es que, aunque parece ser algo que te afecta solo a ti, el Síndrome del Impostor está presente en muchísimas personas. Incluso en aquellas que parecen tener todo bajo control. Yunue Cárdenas, Coordinadora del HUB de Psicología de Affor Health, explica que un equipo de trabajo que está plagado de este síndrome puede parecer eficiente a primera vista, pero en realidad está paralizado internamente. Aunque los miembros del equipo sean totalmente competentes, sienten que no merecen tener éxito y evitan asumir responsabilidades por miedo a fracasar. Esto puede ser devastador para cualquier organización, porque no solo eleva el estrés, sino que también frena la colaboración y afecta la productividad.
Además, y aunque parece que las mujeres son las más afectadas por este síndrome, un estudio de Affor Health muestra que este monstruo puede afectar a un 80% de las personas, independientemente de su género. Lo que nos lleva a una conclusión: todos estamos vulnerables.
Cómo enfrentar al monstruo: una batalla de equipo
Si alguna vez has sentido que el Síndrome del Impostor te está consumiendo, no estás solo. Y, de hecho, hay formas de pelear contra él. Aquí te va el truco: la clave está en crear un ambiente en el que no solo tú, sino todo tu equipo, pueda trabajar sin esa presión innecesaria de la perfección. De hecho, el trabajo en equipo es fundamental para que todos podamos salir de este hoyo.
Lo primero que las empresas deben hacer es tomar en serio la prevención del Síndrome del Impostor. No se trata solo de «motivar» a la gente con frases cliché como «eres genial» o «todos cometemos errores», porque eso no es suficiente. Es necesario actuar de manera estratégica para que las personas realmente sientan que tienen el apoyo necesario.
Acción #1: Retroalimentación constante, pero real
La retroalimentación es clave para que los empleados se sientan valorados y reconocidos por su trabajo. Si las empresas solo se enfocan en señalar los errores sin resaltar lo positivo, las personas tienden a sentirse menos seguras de sus capacidades. Pero cuando el feedback es balanceado, con reconocimiento y áreas de oportunidad, las personas se sienten más confiadas y, lo mejor de todo, aprenden y crecen sin ese miedo constante al fracaso.
Acción #2: Un ambiente de trabajo saludable es esencial
El lugar donde trabajas influye directamente en cómo te sientes y cómo rendirás. Si el ambiente es tóxico, competitivo, y no hay comunicación abierta, el Síndrome del Impostor crece aún más. En cambio, si creas un ambiente de confianza, donde se fomente la colaboración y la apertura, el equipo puede ser mucho más fuerte. Este tipo de entorno hace que las personas se sientan seguras y apoyadas, lo que les da la libertad de ser vulnerables sin miedo al juicio.
Acción #3: El apoyo psicológico no es solo para «casos graves»
La salud mental siempre debe ser una prioridad. No se trata de tener solo a alguien que te escuche cuando ya estás al borde del colapso, sino de ofrecer asesorías psicológicas que permitan a los colaboradores manejar la presión, la ansiedad y las inseguridades. Al sentir que hay apoyo, los empleados son más propensos a abrirse y hablar de sus miedos, lo que les permite enfrentar de manera más efectiva sus inseguridades.
Acción #4: Impulsar el desarrollo de habilidades blandas
Las «soft skills» son más importantes que nunca. Habilidades como la autoconfianza, la resiliencia, la gestión del estrés y la toma de decisiones son fundamentales para combatir el Síndrome del Impostor. Al promover el desarrollo de estas habilidades, las empresas no solo ayudan a sus colaboradores a sentirse más seguros de sí mismos, sino que también fomentan una cultura de aprendizaje continuo. Y lo mejor de todo: los errores dejan de ser vistos como fracasos y pasan a ser oportunidades de crecimiento.
¿Qué se puede lograr cuando todos reman hacia el mismo lado?
Cuando las empresas toman en serio la salud mental y se comprometen a crear un entorno de apoyo, todo cambia. No solo se mejora la productividad y la eficiencia, sino que también se fortalece la colaboración y las relaciones entre los empleados. La cultura de confianza se convierte en una de las principales herramientas para atraer y retener talento. Y, por último, se crea un espacio donde la gente no tiene miedo de fracasar, sino que se siente motivada a seguir adelante, aprender de los errores y, lo más importante, crecer como personas.
La inversión que vale la pena
Invertir en salud mental no es solo una moda, es una necesidad. Y aunque pueda parecer que estos cambios son pequeños, en realidad son un cambio radical en la forma en que trabajamos y nos relacionamos en el entorno laboral. Al final, este tipo de inversión beneficia tanto a los empleados como a la organización en su conjunto. Porque, si el equipo está bien, el éxito llega de manera natural.
Así que, si quieres vencer al Síndrome del Impostor y crear un espacio laboral más saludable y productivo, recuerda que no estás solo en esta lucha. Es un trabajo en equipo, y lo mejor es que todos podemos salir ganando.